Cómo superar la adversidad y fomentar la Resiliencia
Te pregunto
¿Tienes la sensación de que cualquier desafío que experimentas en tu vida se convierte en un gran dolor de cabeza? No importan los eventos adversos que estés experimentando actualmente, hay un propósito detrás de cada uno. Pero, para la mayoría de nosotros, es difícil imaginarlo.
Y es que, después de experimentar un evento adverso o traumático, nos situamos en una encrucijada. Podemos verlo como una oportunidad de crecimiento o permitir que el pasado controle el resto de nuestra vida.
¿Cómo verlo como oportunidad de crecimiento?
1. Rodándonos de gente positiva
Debemos ser selectivos con las personas que nos rodean. Indirectamente van a afectar a nuestro estado de ánimo y a nuestra perspectiva. Cuando estás en un estado de desequilibrio o sufrimiento emocional, es importante rodearse de personas positivas y alentadoras.
¿Por qué? Porque los humanos nos adaptamos a lo que nos rodea. Al experimentar la adversidad es crucial rodearse de personas que sepan aceptar sus defectos, errores e imperfecciones.
La superación de la adversidad puede ser un desafío, y cuando te rodeas de personas que puedan servirte de apoyo para seguir adelante, es mucho más fácil aceptarse a uno mismo.
2. Escribe tus emociones
Hay algo muy placentero en escribir los pensamientos. Más tarde o más temprano, el proceso de escribir tus emociones te ayudará a reflexionar sobre ellas. Son muchos los beneficios de escribir tus pensamientos:
– Permite la autoexpresión.
– Te ayuda a opinar sobre tu propia vida.
– Te permite entender mejor tu situación actual.
– Te ayuda a ver la situación desde fuera.
– Te ayuda a reflexionar sobre tus experiencias.
Escribir en un diario una vez al día puede ayudar a superar la adversidad. Sean como sean las emociones, sentimientos o pensamientos que vengan a tu mente, escríbelos. Más adelante serás capaz de reflexionar y ver lo mucho que han evolucionado.
3. Disfruta de la naturaleza
La naturaleza es muy terapéutica. Vivimos en una sociedad en la que cada día estamos más desconectados de la belleza de la naturaleza. Ya sea caminando por el parque o por el jardín de casa, tomarse tiempo para conectarte con la naturaleza es un proceso muy sanador.
Hay cientos de estudios de investigación que han demostrado que las actividades al aire libre reducen el nivel de estrés. Con la adversidad viene el estrés y la frustración. Tomarse el tiempo para estar fuera es una manera excelente de relajarse.
El sol y el aire te darán una sensación de tranquilidad en medio de la adversidad. Reserva unos 10-20 minutos de cada día para estar en contacto con la naturaleza y notarás como tu nivel de estrés disminuye.
4. Comienza a invertir en ti mismo
No hay mayor inversión que la que haces en tu propio desarrollo personal. Vivir una experiencia adversa es una gran excusa para abandonar las riendas de tu vida.
Todos nos enfrentamos a la adversidad de alguna manera. Lo que hace que una persona tenga éxito y otra no es la forma en que manejan esa adversidad.
Muchos de nosotros permitimos que ciertos retos nos derroten. Necesitamos entender que los desafíos y las experiencias adversas pueden convertirnos en personas más sabias y fuertes. No hay mejor manera de hacerlo que desarrollando nuestro propio mundo interno.
La adversidad es una oportunidad disfrazada. Quizás aún no lo creas, pero con el tiempo y el esfuerzo necesario tus experiencias adversas te ayudarán a ser una persona más fuerte y más sabia.
Cuento para reflexionar:
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.
Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego.
En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir. Sin decir palabra.
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo:
- "Querida, ¿qué ves?"
- "Zanahorias, huevos y café", fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó:
- "¿Qué significa esto, padre?"
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero, habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua, fuerte, dura; pero, después de pasar por el agua hirviendo, se había puesto débil, fácil de deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero, después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua.
- "¿Cuál eres tú, hija?. Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?", le preguntó a su hija.
- "¿Eres una zanahoria que parece fuerte, pero, cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?"
- "¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un espíritu fluido, pero, después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero... ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?"
- "¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor."
- "Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas en forma positiva, sin dejarte vencer, y haces que las cosas a tu alrededor mejoren... Que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumina tu camino y el de la gente que te rodea. Esparces con tu fuerza y positivismo el dulce aroma del café".
¿Eres una persona de apariencia tranquila, pero tu mente es un torbellino de ideas y pensamientos confusos y perniciosos?
Si es así, es muy probable que compartas algún rasgo de las personas con tendencia a la ansiedad exagerada. Si, además, coincide con tensión física y psicológica intensa y continuada, el riesgo de sufrir un trastorno de ansiedad es muy probable.
Esto no significa que estés ante una realidad irreversible. ¡No estás en un hoyo del que no puedes salir!
Te muestro algunas reflexiones sencillas y prácticas que te podrán ayudar a mitigar los efectos de esos pensamientos e ideas persistentes que te amargan la vida.
Te invito a imaginarte cómo quieres sentirte y transformar lo que no te sirve en oportunidades de mejora personal.
Una de las frases más celebres, cuando nos referimos a la forma de afrontar los conflictos de ansiedad, especialmente cuando estos se convierten en un trastorno es, sin duda:
“Cuando cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras, cambian también”
Es probable que después de decirte esta reflexión consideres dos cosas, o que no la entiendes, o que a ti no te ha pasado nunca algo parecido. Esto mismo nos ha sucedido a muchos. Trataré de explicarte este importante pensamiento anti-ansiedad en pocas palabras.
Aunque no es sencillo saber cómo una situación de ansiedad avanza en la mente de una persona, podemos entender por qué presentimos miedos que se nos repiten de manera preocupante en nuestras cabezas, con solo dedicarle un poco de tiempo a observarnos a nosotros mismos. Es la mejor manera de averiguar qué parte de la ansiedad es tuya y te toca arreglar a ti.
Cuando el Dr. Wayne Dyer difundía esta reflexión entre sus pacientes y lectores, les decía que, es el poder de tus creencias lo que te capacita o te limita, y marcarán tu actitud para afrontar los problemas que te atemorizan y quitan el sueño.
Este pensamiento te propone la necesidad de emplear tu fuerza y tu valor para modificar lo que te perturba, pero también, la serenidad para aceptar que debemos cambiar en nuestras creencias y conductas.
El segundo de los pensamientos o reflexión que te propongo dice:
“En el mismo momento en que decidimos y empezamos a afrontar y tratar nuestro problema de ansiedad, empezamos a sentirnos mejor”
Este es un pensamiento extraordinariamente positivo y eficaz contra la ansiedad. Su eficacia se fundamenta en que el cerebro se modifica continuamente en base a lo que pensamos, sentimos y, finalmente, decidimos hacer.
Cuando decidimos empezar a afrontar nuestro problema de ansiedad, es muy acertado convencernos de la trascendencia de nuestros primeros pasos. Si estás iniciando un proceso para superar ansiedad, te sentirás mejor cuando empieces a comprobar que has acertado en tu decisión inicial y que el pequeño camino ya recorrido te está alejando de donde no quieres estar (los pensamientos negativos recurrentes).
Los conflictos ansiosos se enquistan con el paso del tiempo. Nuestros miedos pueden inducirnos a “dejar correr” un determinado asunto que nos genera angustia y desajustes fisiológicos, esperando que se resuelva por sí solo.
Es en esos momentos cuando debemos pensar y repetirnos esta reflexión: nos ayudará a tomar el impulso necesario para encarar nuestros problemas.
Finalmente, otra frase para reflexionar:
“Cuando sentimos un gran temor ante algo que nos parece inminente, siempre sentiremos alivio cuando el problema ya ha llegado”
¿A quién no le ha pasado que ante la inminencia de un examen, prueba o entrevista, ha creído “quedarse en blanco”, o le han asaltado numerosas incertidumbres sobre su valía y competencia? Seguramente a casi todos nosotros.
Generalmente ocurre que, cuando ya estamos realizando el examen o interaccionando en la entrevista, nos sentimos mejor y más seguros de nosotros mismos.
Darle vueltas a las cosas es algo agotador. Los que rumian constantemente pensamientos anticipatorios catastróficos o de miedos, acaban extenuados y abrumados por las emociones negativas. Luego, suele pasar, que ni el problema era tan imposible, ni nuestra capacidad de respuesta tan mala “como suponíamos”.
Utilizar este pensamiento para amortiguar el impacto de la anticipación de las consecuencias negativas de un problema, que no ha pasado y tal vez no pase nunca, nos ahorrará mucho sufrimiento.
Bien, podéis pensar, pero, ¿y ahora qué?
Para empezar, hay que aprender a pensar bien de uno mismo. Necesitamos sentirnos valorados, respetados, aceptados y ayudados, y para ello nuestros primeros pasos tienen que orientarse a superar la tenacidad de los pensamientos negativos. Para ello, esfuérzate en mantener durante más tiempo los pensamientos positivos alternativos.
Imagínate que estás disfrutando de un buen día, familia y trabajo bien, pero de repente asalta tu mente un pensamiento atemorizante. ¿Cómo actuarías?
Podrías reaccionar como siempre, con ansiedad ante la idea que este pensamiento propone y acto seguido, afanarte en expulsarlo por la fuerza; o bien identificarlo como un temor que observas cómo pasa de largo, sentirte bien por la decisión que has tomado de no preocuparte u obsesionarte.
Sentirás alivio porque ya estás actuando sobre el temor. Si se repite, vuelve a actuar de la misma manera.
¿Es difícil pensar bien cuando las cosas nos van mal? Desde luego que sí. Si fuera de otro modo no existirían tantas complicaciones para dirigir bien nuestras vidas, para controlar las emociones y las inseguridades en nuestro día a día.
Lo bueno es que como humanos somos extraordinarios para los cambios, si nos lo proponemos y ponemos el empeño suficiente
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